ALIMENTACIÓN EN EL NIÑO EL PRIMER AÑO DE VIDA

ALIMENTACIÓN EN EL NIÑO EL PRIMER AÑO DE VIDA

F. Vargas Torcal. Doctor en Medicina.

No hay discusión acerca de que la mejor alimentación para el recién nacido es la leche de su propia madre. Cada especie de mamífero tiene una composición diferente de la leche materna, adaptada a las características del bebé, donde varían enormemente las proporciones de nutrientes. Por ejemplo, la de la ballena o del oso polar tiene cinco veces más grasas que la de los humanos, o la del ratón que tiene diez veces más proteínas. 

Cantidad y calidad

Es posible que una madre se preocupe porque los primeros días llora mucho su hijo. La primera producción de la mama es calostro, rico en proteínas, y que sueñe ser suficiente para las necesidades del bebé, hasta que tiene lugar la “subida de la leche”, al segundo o tercer día. Si un lactante al cabo de unas semanas llora mucho o no gana peso, la pregunta frecuente de las madres es si su leche es buena, e incluso a veces la hacen analizar. Es absurdo pensar que una madre vaya a producir una leche que no sea la adecuada para su hijo. Sí que hay que comprobar que la cantidad que necesite sea suficiente para sus requerimientos.

La técnica de lactancia es suficientemente conocida. Sentada y relajada, con el bebé en el regazo, y que la boca del niño cubra casi toda la areola, apretando un poco la parte superior del pecho, para dejar libre la nariz y pueda respirar bien. Lo que no se dice a menudo es que el estado de ánimo de la madre influye poderosamente en la actitud del niño, e incluso en la cantidad de producción. Una madre nerviosa y estresada, hará que su hijo esté aún más nervioso, no se coja bien, no mame en condiciones o incluso vomite. Hay que inculcar a las madres que dar el pecho es un privilegio, que es lo mejor que pueden hacer por su hijo, y enseñarles a disfrutar de esos momentos, olvidándose de otras preocupaciones.

A demanda

La recomendación de dar el pecho las primeras semanas obligatoriamente cada 3 horas es discutible. Las necesidades de cada niño son muy variables según su tamaño y constitución. Lo razonable es adaptarse en el tiempo a los requerimientos del recién nacido, y que sea él quien marque la frecuencia de las tetadas. Otro tema es cuanto tiempo dejarlo al pecho. Hay diversidad de opiniones. Hay quien aconseja dejarlo todo el tiempo que quiera el niño. Con esta técnica la dependencia de la madre es enorme, con frecuencia tienen gases y molestias abdominales, se duermen y las regurgitaciones son más frecuentes. Se estima que un niño normal y vigoroso es capaz de vaciar un pecho en 3 minutos. Lo razonable es dejarlo un tiempo prudencial en el primer pecho, que puede ser el doble de este tiempo, intentar hacerle eructar o despabilarlo, y ponerlo otros 10-12 minutos en el segundo pecho. Tras un tiempo incorporado para que eructe, se deja en la cuna y se le vuelve a dar cuando demande, sin un tiempo prefijado. Aguantará más o menos según la toma, pero debería ser entre 2 ½ y 3 horas. Si la demanda es muy frecuente, como cada hora, indica que no está 

tomando la cantidad que necesita, y posiblemente necesita una ayuda complementaria.

Se recomienda una buena higiene del pecho para evitar la aparición de manchas blancas en los carrillos, llamado vulgarmente “florecilla”, y que es muguet, una infección por hongos.

Prematuros 

Caso aparte y especial son los prematuros, y sobre todo los grandes prematuros. Sigue siendo aconsejable la leche de madre, casi siempre con ayuda de jeringas o similar. La frecuencia de tomas es mayor, a veces cada hora, porque la capacidad de ingesta es mucho menor que en un recién nacido a término. En ocasiones necesita complementarse con pequeñas cantidades de leche adaptada, reservándose como última solución las leches de prematuros, por su elevado contenido de proteínas. En estos casos la ganancia de peso debe ser estrictamente controlada por el pediatra, y seguir sus recomendaciones.

Alimentos para la madre

La alimentación de la madre durante la lactancia debe ser variada, aumentando algo los productos con mayor contenido de calcio (lácteos, queso, pescado, legumbres, etc.), porque la cantidad de este mineral en la leche materna es muy elevado por los altos requerimientos del recién nacido. Es recomendable que la madre siga tomando el polivitamínico que haya tomado durante el embarazo. El pecho es un buen filtro de sustancias anormales (medicamentos, excitantes, alcohol, etc.), aunque existe una relación de productos que deben evitarse, consultando todo ello con el pediatra. La ingesta por la madre de pequeñas cantidades de alcohol (vino, cerveza) o café, no está contraindicado. Sólo es muy recomendable no fumar. La relación entre la toma por la madre de ciertos alimentos y la aparición de alergias en el niño son excepcionales.

Suplementos vitamínicos al recién nacido son muy discutibles (excepto el hierro en los prematuros). Sólo la vitamina D, y en dependencia de la época del año y la zona geográfica, puede ser útil en la dosis que indique el pediatra (1-2 gotas es suficiente).

Respecto al uso del chupete, estoy completamente a favor. Es un consuelo para el niño, útil en la prevención de la “muerte súbita”, facilita la aceptación de biberones si fueran necesarios, y puede retirarse con más facilidad a su debido tiempo, al contrario de los problemas derivados de chuparse el dedo.

Leches adaptadas

Si la cantidad de leche por parte de la madre no es suficiente para suplir los requerimientos del lactante, no quisiera o no pudiera dar el pecho, obliga a recurrir a leches adaptadas. Se debe mantener el pecho, si es posible, y luego dar el suplemento de leche de farmacia en la cantidad que satisfaga al niño. Una vez más la frecuencia de tomas hay que adecuarlas a las necesidades del lactante.

Hay gran variedad de leches comerciales, y la calidad de todas ellas es indiscutible. La preferencia por una u otra suele estar condicionada por la economía, por las grandes diferencias de precio. Sin embargo, dado que la composición varía según la marca, a veces son obligados cambios por la diferente tolerancia del niño o pequeños trastornos digestivos (vómitos o estreñimiento).

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