26 Sep ¿Qué le doy de desayunar a mi hijo?
Hace casi 20 años que nuestro equipo de Endocrinología infantil del Hospital General Universitario de Elche (HGU) empezó a advertir que la causa de la epidemia de obesidad no era el consumo excesivo de grasa, sino de hidratos de carbono de absorción rápida. Nuestra explicación es que la introducción en la dieta de este tipo de alimentos es muy reciente en la escala evolutiva de los humanos y no ha dado tiempo al organismo a adaptarse. La rápida digestión de los carbohidratos produce una elevación del azúcar en sangre. El organismo reacciona segregando insulina, hormona que metaboliza ese exceso circulante de azúcar y lo convierte y almacena en forma de grasa.
Esta teoría nos ha supuesto feroces críticas entre nuestros propios compañeros, el colectivo de dietistas y el público en general. Cómo éramos capaces de recomendar suprimir el pan y otros productos similares, pero sobre todo el pan, de la dieta de los niños. Lentamente el paso del tiempo y la evidencia de los resultados nos ha dado la razón. La más reciente las conclusiones de la Sociedad Americana de Cardiología a partir del estudio PURE (Prospective Urban Rural Epidemiology) que concluye: la mayor ingesta de grasa total y grasas saturadas e insaturadas se asocia a un menor riesgo de muerte, mientras que la ingesta elevada de carbohidratos se asocia a un significativo aumento del riesgo de muerte (publicado en Lancet y en Lancet: Diabetes and Endocrinology).
Todo ello nos ha llevado a restringir todo lo posible la cantidad de hidratos de carbono de absorción rápida (harinas, zumos, dulces, etc.) en la dieta de la niños. Recomendar no dar papillas de cereales, galletas y productos similares, zumos y dulces. En los niños obesos la prohibición es total.
Las madres nos preguntan ¿entonces, qué le doy de desayunar?. Es triste ver que no contemplen otras alternativas, ante la enorme oferta de productos alimenticios en los países desarrollados. Muy distinto de las limitaciones con que se encuentran en los países en vías de desarrollo.
Podemos recurrir a yogur en niños pequeños, fruta en primera infancia, companajes en niños algo mayores o frutos secos después. Un yogur griego con frutos secos, varias lonchas de jamón de york o similar, queso fresco o suave, o fruta troceada, es una interesante elección.
La idea de que el desayuno debe ser rico en hidratos de carbono (cereales o similar) para aportar altas calorías no tiene evidencia, y menos fundamento. Este principio inmediato se va a metabolizar rápidamente, y la secreción de insulina provocará una bajada de la glucemia que dará lugar a decaimiento y somnolencia. Las grasas y las proteínas no influyen en la insulina, se metabolizan más despacio, y permitirán al niño una mayor actividad y un mayor rendimiento, un tiempo mucho más prolongado.
Por tanto olvidémonos de la leche con cereales, las tortitas de los más variados ingredientes, la tostada con mermelada o el zumo, y recurramos a otros productos ricos en proteínas o grasa, más acordes con las necesidades metabólicas de los niños y ayudemos a disminuir y prevenir la actual epidemia de obesidad, auténtica plaga en los países occidentales, e incluso en la etapa adulta disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2, principal causa de fallecimiento en los países desarrollados.
F. Vargas. Dr. en Medicina.